Tras estudiar Ruso y graduarse en Humanidades, Emilio cursa Ciencias en la Universidad de Mayores de Alcalá de Henares.
Emilio Pacios camina apoyado en dos bastones de madera y ataviado con unas gafas graduadas de sol y una gorra. «Para que no se me enfríen las ideas», dice sonriente. En su mano carga también un pequeño maletín en el que guarda una tableta de última generación. Cuando la enciende, en la pantalla aparecen los apuntes, perfectamente esquematizados, del último tema que está estudiando en la universidad: los moluscos. Emilio es el mayor de su clase, cumple en enero 91 años y cursa su tercera carrera tras estudiar Ruso y, luego, graduarse en Humanidades en la Universidad de Mayores de Alcalá de Henares. «Cuanto más sé, más me sorprende todo lo que ignoro», cuenta como respuesta a por qué decidió matricularse por primera vez en el centro en el año 2010. «Estoy aprendiendo muchas cosas y recordando otras que tenía olvidadas. Madre con las valencias…», dice, al tiempo que pone los ojos en blanco al pensar en la tabla periódica.
Sus manos reflejan el paso del tiempo y todo lo vivido, que también se marca en las arrugas de su cara. Acompaña las explicaciones con suaves movimientos y gestos, que le ayudan a enfatizar todos los episodios de su existencia y, sobre todo, el presente. En el aula, en forma de grada, no se sienta en última fila, pero tampoco en primera, sino allí donde su rodilla le permite llegar: sin subir demasiados escalones. Es de los que pregunta, sobre todo en Zoología y Biología, sus asignaturas preferidas. «Aunque lo importante no es la asignatura, sino quién la imparta», especifica. Alguna vez, dice, él ha explicado el temario gracias a la sabiduría que le dan los años.
Las clases comienzan todos los martes, miércoles y jueves a las seis de la tarde y duran una hora y media. Algunas veces, cuando llega a casa, repasa lo aprendido, aunque en la Universidad de Mayores no hay trabajos ni exámenes. Allí tiene su grupo de amigos, los conoció mientras estudiaba Humanidades, de la que guarda orgulloso y perfectamente doblada la beca. «Cuando terminamos la carrera, el año pasado, pensamos: “¿Y qué hacemos ahora?” Por eso decidimos apuntarnos en Ciencias», cuenta.
Si la vida se lo permite –«ojalá, pero es imposible», desea–,en cuatro años se matricularía en Arquitectura o en Latín, aunque este idioma quizá lo aprenda de forma autodidacta el próximo verano. Emilio es un todoterreno, ya posee los certificados de inglés y de francés, y no se conforma con eso, convirtiéndose en el máximo exponente de que el saber no ocupa lugar. «Todas las cosas están relacionadas, lo importante es entender el por qué de ellas», explica.
Nació en Lugo en 1929 y mantiene nítidos los recuerdos de una lejana juventud. Rememora cuando paseaba con su abuelo, teniente de la Guardia Civil, por la muralla, y cómo él le dejaba subirse al caballo. Cuando comenzó la guerra, se mudó a Madrid: «No merece la pena revivir épocas tristes», pero a Emilio, experto orador, se le hace imposible no hablar de ello. Lo que más recuerda es el hambre y el ruido de las balas. Su abuela puso colchones en las ventanas de su piso para amortiguar los impactos. En la galería, tenían una gallina y colocaron tiestos en los que sembraron tomates para poder subsistir. Llegada la posguerra, pudo por fin estudiar y buscar empleo, lo que le llevó a trabajar para el Ejército y a conocer a Monchi, la mujer que durante 60 años fue su «apoyo logístico» y que falleció hace dos semanas. A sus casi 91 años, todavía le queda un sueño por cumplir, y este no es académico: montar en globo.
Fuente: Carlota Barcala, Diario ABC (España)
¡¡¡¡Esas son ganas de estudiar!!!! Un ejemplo…
Y yo que no veo las horas de terminar mi Carrera… :p
Pura vida! Raúl Jiménez – Costa Rica