El mercado laboral actual, marcado por el cambio y la incertidumbre, acelera la urgencia por un cambio educativo hacia una educación emocionante y experiencial. Un cambio que convierta la escuela en “fábricas” de experiencias y desafíos, donde el alumno desarrolle todo su potencial y aprenda a romper su propio techo imaginario.
Extracto del Artículo de la Revista digital “TELOS” (Fundación Telefónica-España) donde se recogen algunas conclusiones sobre cómo la educación (en sus diferentes niveles) tiene por delante el apasionante reto de convertirse de una “fábrica” de experiencias y desafíos que permitan la autosuperación, el desarrollo de resiliencia y la creación de vínculos significativos.
Ya se escucha hablar de profesiones como diseñador de órganos, piloto de drones, cyber antropólogo, neuroeducador, agrochef o agricultor chef, profesiones en auge que eran impensables hace poco años. Los cambios en el mercado laboral ya avanzaban a gran velocidad antes del coronavirus, gracias a factores como la digitalización o la globalización. Pero, ¿hacia dónde irá ahora? ¿cómo cambiarán los negocios?, ¿cuántos desaparecerán?, ¿cuántos nuevos aparecerán?, ¿cómo afectará en los precios?, ¿cómo cambiará el consumo?
En la mirada al futuro, lo único que parece claro es que debemos estar preparados para transformar los cambios en oportunidades, para desarrollar tolerancia ante la incertidumbre y debemos también, ser capaces de reinventarnos.
Esta reflexión, ya hace tiempo que está presente en el debate educativo, pero la crisis del coronavirus le ha dado aún una mayor relevancia y urgencia. Y es que nada como una crisis como la que hemos vivido y estamos viviendo para despertar la urgencia por reinventarse, autosuperarse y sacar a la luz todo el potencial creativo del que dispongamos.
La escuela tiene por delante el apasionante reto de convertirse de una “fábrica” de experiencias y desafíos que permitan la autosuperación, el desarrollo de resiliencia, la creación de vínculos significativos.
Según algunos expertos en talento, la especialización, que ha sido el objetivo hasta ahora, puede ser una limitación en el futuro, ya que tendrán más valor las habilidades que nos permitan adaptarnos a los cambios constantes, que ser expertos en una materia en concreto. Hoy, la empleabilidad de un grado superior en FP ya supera a la formación universitaria. El aprendizaje constante y la habilidad para aplicar esos aprendizajes con agilidad, así como la capacidad creativa, la gestión emocional o pulir el talento comunicador, serán valores en alza, frente a la especialización técnica, a la hora de conseguir un empleo.
En la mirada al futuro, emoción y experiencia sientan las bases de la nueva forma de aprender. Debemos transformar el aula y convertirla en un lugar seguro donde experimentar, elegir, equivocarse y mejorar. Solo así el alumno podrá asumir responsabilidad de su propio aprendizaje y podrá desarrollar habilidades como el autoconocimiento, la automotivación, la regulación emocional, la resolución de problemas, el trabajo en equipo, la creatividad. Habilidades que harán posible su desarrollo integral como persona y que además le prepararán para las exigencias reales del mercado laboral.
Fuente: Marisol Sánchez Chinchilla, Revista digital “TELOS” (Fundación Telefónica-España)
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