Bienvenidos al mundo del aprendizaje ubicuo.
Extracto del Artículo de Melina Furman para la Revista digital “TELOS” (Fundación Telefónica-España).
Estamos ante el fin de la frontera de la educación formal, con oportunidades para aprender casi cualquier cosa que nos propongamos sin movernos del cuarto de estar de nuestra casa. Por primera vez en la historia, tenemos la biblioteca y a los educadores y educadoras del mundo al alcance de un clic, con un sinfín de propuestas remotas que nos permiten expandir nuestro universo de conocimientos y habilidades hasta límites, hasta hace poco, insospechados.
¿Qué fue lo último que aprendieron por Internet? En los últimos años los navegantes del mundo digital nos encontramos con cursos en línea de las mejores universidades del mundo.
El aprendizaje en línea se combinó en muchos casos con instancias presenciales, generando modalidades híbridas o blended que realzan lo mejor de los dos mundos: la flexibilidad que ofrece lo digital con la necesaria contención afectiva que nos da el contacto cara a cara con otros. En el contexto de la pandemia global muchos caímos en la cuenta de cuán irreemplazable es ese encuentro físico que provee la escuela, la universidad, el club y otros espacios que extrañamos tanto en tiempos de confinamiento. Pero, al mismo tiempo, exploramos como nunca las potencialidades que ofrece la educación remota, que nos abre las puertas a un mundo lleno de tesoros por encontrar.
En el actual contexto complejo y cambiante en el que el aprendizaje permanente es una de las claves para el éxito personal y profesional, pareciera que estamos ante una panacea nunca vista. Se trata de un fenómeno que ya venía gestándose con fuerza, pero que puso un pie en el acelerador en la pandemia de la COVID-19 en la que el ecosistema de la educación digital se expandió en tiempo récord.
Aprender durante toda la vida nos ayuda a sentirnos vigentes, jóvenes, actualizados. Nos da nuevos bríos para emprender las actividades cotidianas.
En esta nueva Alejandría digital somos todos aprendices, sí, pero también maestros. Incluso gente con vocación de enseñar y ayudar comenzó a animarse a hacerlo, desde cocineros amateur a jóvenes que explican cómo usar el ordenador para hacer los trámites del banco a adultos mayores, hasta madres y padres que comparten los juegos que hacen con sus hijos para inspirar a otros.
Tal vez más que nunca, estamos aprendiendo en comunidad. Una comunidad global que nos reúne, en un camino bidireccional, con aquellos que tienen nuestras mismas necesidades e intereses. Una tribu ampliada que nos permite aprender y enseñar en un continuo donde somos protagonistas y usuarios de la generación del conocimiento colectivo.
Curiosidad como motor
Sin embargo, no todo lo que reluce es oro. Para que el sueño del aprendizaje ubicuo se convierta en realidad, es preciso resolver al menos dos grandes desafíos previos:
- Universalizar el acceso al mundo digital, una deuda social que aún no ha sido resuelta en muchas regiones del mundo.
- Aprender a aprender. Un hábito que, como todos, se aprende. Y que nos proporciona una plataforma de despegue para el resto de la vida.
¿En qué consiste? Aprender a aprender tiene dos ingredientes fundamentales. Voy a llamarlos chispa y autonomía. La chispa es ese deseo que nos mueve a conocer algo nuevo y hace que no bajemos los brazos cuando la cosa se pone difícil. Es la motivación intrínseca que nos lleva a ponernos objetivos para nosotros mismos, no para otros, sin esperar premios ni temer castigos. Requiere encontrar esa llama sagrada que, en muchos casos, la educación tradicional fue apagando a lo largo de los años y que es clave redescubrir para iniciar y sostener cualquier proceso de aprendizaje.
Para encender —o reencender— la chispa la clave es cultivar nuestra curiosidad, explorando aquello que nos interesa o nos intriga. También ayuda identificar aquellas cuentas pendientes: esos temas o habilidades que siempre quisimos saber o tener pero nunca encontramos cuándo —o cómo, o dónde, o con quién— aprenderlos. También ayuda, claro, aprender con otros. O buscar intereses comunes para explorar juntos y compartir la aventura del aprendizaje en familia.
No se trata de enseñar, sino de contagiar el amor por aprender. Y para eso no hace tanta falta saber, sino estar emocionalmente disponibles para investigar juntos, viendo a dónde nos llevan nuestras ganas de saber más.
Autonomía
El segundo ingrediente clave para aprender a aprender es la autonomía. La misma flexibilidad que ofrece la educación en línea demanda de parte de quienes aprenden una serie de habilidades que el pedagogo suizo Philippe Perrenoud (2006) bautizó con el rótulo del “oficio de estudiante”.
Hablamos de habilidades fundamentales para aprender cualquier cosa. De la capacidad de organizar nuestros tiempos, establecer rutinas de trabajo y planificar cómo abordar una tarea nueva. De aprender a poner foco y desarrollar la perseverancia. De comprender las consignas, procesar lo que aprendemos de múltiples maneras, estableciendo conexiones con lo que sabemos de antes y con nuestra propia vida. Y de reflexionar sobre lo aprendido y autoevaluarnos.
Para aprovechar el potencial educativo del mundo digital esto es aún más necesario, porque las riendas del proceso las lleva quien aprende. Y no siempre es tan sencillo autogestionarse.
Por citar solo un ejemplo, un análisis de las investigaciones sobre los MOOC revela que estos cursos autoadministrados suelen tener altas tasas de deserción y que los alumnos abandonan luego de algunas pocas clases (Zawacki-Richter et al., 2018).
Aprender a distancia requiere, mucho más que otras modalidades, la capacidad de planificar y sostener el esfuerzo. La buena noticia es que esta autonomía puede aprenderse. A veces, podemos hacerlo solos. Otras, las más, necesitamos de otros que nos alienten, nos pregunten, nos ofrezcan ayuda y nos desafíen a seguir adelante.
Aprender durante toda la vida nos ayuda a sentirnos vigentes, jóvenes, actualizados. Nos da nuevos bríos para emprender las actividades cotidianas y nos mantiene en un permanente viaje de ida.
El mundo del aprendizaje ubicuo está lleno de tesoros por descubrir. Tal vez más que nunca, hoy la educación es un camino de ida y vuelta en el que todos podemos ser, en simultáneo, aprendices y maestros.
Fuente: Melina Furman, Revista digital “TELOS” (Fundación Telefónica-España)
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