El profesor de Filosofía y escritor defiende la «innovación crítica» en el aspecto educativo, aquella que no confunde lo nuevo con lo bueno por el simple hecho de ser nuevo.
Doctor en Filosofía, licenciado en Ciencias de la Educación, maestro desde Primaria a la Universidad y autor de diversos libros sobre filosofía y pedagogía, Luri defiende la innovación en la que se aplica la reflexión y por encima de todo, la figura del maestro, el que tiene las claves para saber qué necesita cada niño, el que le hace visible lo mejor que puede dar de sí, una labor que, a su juicio, «no puede hacer una máquina».
—Habla de la innovación crítica. ¿En qué sentido entiende esa innovación?
—Primero me gustaría destacar que tendemos a resaltar los aspectos críticos, cosa que está bien porque eso quiere decir que somos exigentes, pero en algunos sitios hay que decir: tenéis motivos para celebrar lo que estáis haciendo. Eso es Castilla y León, lo estáis haciendo bien. Porque además, esto plantea una cuestión muy interesante y es si tenemos un sistema educativo en España. Porque si valorásemos los resultados de Castilla y León, La Rioja, Navarra, País Vasco, Asturias, diríamos tenemos unas leyes educativas maravillosas y un sistema educativo fabuloso, porque estaríamos a la cabeza de la OCDE. Ahora, si valoras otras comunidades, tenemos un sistema educativo horroroso y el problema es ¿cómo es que no sabemos aprender de los que lo hacen bien? Mucha teoría, mucho viajar a Finlandia, ¿pero cómo es que nadie viaja a Soria, que tiene resultados superiores a Finlandia?
—¿Aboga porque haya un único sistema educativo y no 17 en España?
—Cada vez creo más que las leyes educativas tienen menos influencia, que creamos unos grandes debates y Castilla y León lo ha hecho bien con todas las leyes educativas y otras comunidades, con las mismas leyes, lo están haciendo sistemáticamente mal.
—¿Y cuál cree que es la razón de que unos lo hagan bien y otros mal?
—Creo que la clave está en los valores asociados a la educación. El maestro sigue siendo una figura de autoridad y la escuela una institución respetable. Creas un sistema virtuoso en el que un elemento refuerza todo. Pero no me hagáis lo que unos amigos de Soria me han dicho, que en el IES Antonio Machado han quitado la biblioteca para poner aparatos tecnológicos de último grito. ¡Por favor, en el Antonio Machado no!
—Porque usted tiene una visión crítica con el uso que se está haciendo de la innovación, ¿no?
—Con lo que soy crítico es con el papanatismo que cree que si algo es nuevo, por ser nuevo ya es bueno. Está pasando muchísimo y olvidas experiencias buenas del pasado. El diálogo socrático tiene 2.500 años. ¿Por eso ya está superado? La Escuela de Villablino, en León, que es la primera gran experiencia de renovación pedagógica en España, ¿no tenemos nada que aprender de ella? Creo que sí. Tenemos que mirar al futuro, pero el pasado es la pierna que tienes en el suelo cuando avanzas, necesitas eso. Si hay buenas experiencias busca lo bueno y si es nuevo, perfecto, pero no confundas lo bueno con lo nuevo porque caes en un papanatismo y te encuentras «escuela innovadora» y que todo el mundo es innovador es imposible. Alguien está engañando.
«Que la memoria ya no es importante es una magna tontería».
—¿Y a su juicio, la tecnología no lo es todo?
—Nada puede sustituir a la relación cara a cara entre un maestro y un alumno, nada. Podría poner veinte mil ejemplos, pero hay uno esencial, el buen maestro es el que le hace visible a un niño lo mejor que puede dar de sí y eso no te lo puede hacer una máquina; y además te hace apetecible que aquello que es la mejor versión de ti mismo intentes conseguirla. Después, obviamente, no podemos dar la espalda a la tecnología, nuestros niños tienen que saber en qué mundo viven. Pero tiendo a pensar que la tecnología en general son un conjunto de prótesis antropológicas que amplifican lo que ya somos, para bien y para mal. El que se distrae de manera natural, en Internet aumenta su distracción al máximo; al que le interesa el arte etrusco, allí encuentra recursos maravillosos.
—Alude a la distracción y hay ya padres, maestros que reniegan de la tecnología por ello, y le he oído decir que hay que potenciar la atención. ¿Qué opina?
—Es que eso es la clave. Se habla de la sociedad de la información, pero ésta no es lo mismo que el conocimiento. Demasiada información acaba inundándote de datos e impidiendo el conocimiento. Para transformar la información en conocimiento necesitas algunas operaciones, poner algo de tu parte, porque si no, no distingues todo lo que hay, y vivimos en una sociedad en la que la mayor verdad circula junto a la mayor mentira. Como tú creas que por tener información tienes conocimiento, lo único que está poniendo de manifiesto es que no tienes criterio. Para poder discriminar, lo previo es poder atender, y si tienes una atención que va de aquí para allá sin parar difícilmente vas a poder discriminar.
—Hay quien sostiene que no es necesario enseñar a los niños tantos conocimientos, que están en la Red, que hay que insistir en competencias, etc. ¿Qué le parece?
—Eso me parece una traición a los pobres. Los conocimientos son absolutamente imprescindibles. Esa magna tontería de que la memoria ya no es importante se contrarresta de una manera muy sencilla: ¿conoces a alguien que no quisiera tener más memoria de la que tiene? Yo quisiera tener mucha más. Además, tenemos datos científicos y toda la psicología cognitiva que nos dicen que para poder tener una buena memoria de trabajo necesitas una memoria a largo término muy bien amueblada. Yo defiendo que los conocimientos son importantes y cuantos más mejor. Es que sin conocimiento no puedes comprender lo que lees.
—Que es otra de las cuestiones que hoy desvelan en la educación.
—Claro, porque leer, en el fondo, es situar un texto en un contexto. Si te falta ese contexto cultural no entiendes. Sabemos que hay niños que llegan a la escuela con un vocabulario mínimo que yo diría un «kit» de subsistencia y otros que forman parte de un ambiente cultural determinado, con un lenguaje muy rico. ¿Cuál es la diferencia que puede haber entre esos niños a los 3 años? Que uno ha podido escuchar 30 millones de palabras más que otro. Esas palabras son conocimientos, información del mundo. Entonces, la cuestión es que cuando decimos que los conocimientos no son importantes ¿a quién estamos perjudicando? ¿Al que viene a la escuela con muchos conocimientos o al que viene sin conocimientos?
—¿Y a qué se debe que se ponga tanto acento en las habilidades, competencias, etc.?
—Porque hemos caído en el papanatismo de que estamos en un mundo nuevo y sí, pero hay permanencias en el hombre. En él hay algo que no cambia cada temporada y eso, entre otras cosas, incluye la herramienta fundamental que tenemos para entender la realidad, el lenguaje.
—Que es pensamiento.
—Exacto. Si no tienes palabras no puedes empalabrar el mundo, para lo que no tienes una palabra no lo ves. Si quieres entenderte emocionalmente, primero tienes que tener palabras para ese confuso maremagnum de cosas que pasan en tu interior. Bueno, pues como se supone que en el Siglo XXI tenemos Internet y podemos consultar en Google… Pero precisamente, para consultar necesitas conocimientos.
—Tienes que saber qué quieres buscar.
—¡Obviamente! Es lo que nos está pasando con muchos niños, nos dicen ¡lo encontré en Internet! Y les dices sí, pero esto no tiene sentido. Un profesor me comentaba que estaban haciendo un trabajo sobre Machado y una niña hizo uno de sus poemas y al final del mismo ponía algo así como «medicamento no sé cual, lo mejor para las almorranas» (ríe) ¿Por qué? Estaba leyendo un poema y después venía un anuncio y lo copió todo seguido, sin aprender nada, porque no tiene capacidad de atención. Pero ésta no es un regalo que te viene. La conquistas atendiendo, porque todos nos distraemos. La única tecnología insustituible para el ser humano son los codos y si les decimos a los niños que los codos pueden ser sustituidos por el «smartphone» los estamos engañando. Y ahora nos encontramos con lo que pasa con las ingenierías. ¿Cómo puede ser que habiendo tanta demanda de ingenieros no la podamos cubrir? El 30% de los alumnos que se matriculan en 1º abandonan antes de final de curso porque las matemáticas y la física se les hacen una montaña insufrible. Los que quieren hacer matemáticas tienen que tener una formación en matemáticas. Si hoy queremos todo eso que decimos, queremos innovar, etc., etc., convirtamos las matemáticas en un lenguaje habitual. Si seguimos teniendo miedo a las matemáticas, olvidémonos de innovar.
—Un último mensaje para los docentes…
—No importa tanto lo que hagas como si eso que estás haciendo lleva incorporada una práctica reflexiva. Un centro educativo tiene un estilo propio, una trayectoria. Tú tienes que integrar en esa trayectoria aquello que encaja bien en tus ideales, tu manera de ver, y para eso necesitas experiencias reflexivas. El único método real, el importante es el maestro y no es lo mismo una escuela rural que una escuela urbana. Pero el maestro es el que hace bueno el método. Prácticas reflexivas. Es la clave. Hay que reivindicarlo, porque además, no con todos los alumnos tienes éxito. Por eso, el magisterio es una tecnología clínica. Un médico tiene que saber mucho de enfermedades pero delante tiene siempre un paciente, no una enfermedad.
Fuente: Cristina Rosado, Diario ABC (España)
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